martes, 25 de agosto de 2009

Paz y Lucha

Por Jaime Ríos
Comuna 13

En 1980 llegaron a este sector las primeras familias desplazadas de las zonas rurales del Valle y el Pacífico. Los nómadas se maravillaron con una de las ciudades más ricas y prósperas del país. Su dulce olor a caña atrajo a cientos de obreros en busca de su néctar, parecían abejas en un nuevo panal para construir sus sueños en el inmenso y hermoso valle llamado la Sucursal del Cielo.

El pobre desplazado no es dueño del cielo ni de la tierra. Tuvo que invadir los alrededores del edén, pero el propietario del paraíso no era Dios sino un rico ganadero caleño que salió huyendo de su haciendo llamada ‘El Pondaje’, invadida por el grupo insurgente M19. Los nuevos dueños temporales no eran de salsa y guateque, ellos sólo entonaban canciones socialista y promulgaban el bien común para todos. Se dedicaron a repartir la hacienda ‘El Pondaje’ a los pobles en lotes para que los desplazados construyeran sus viviendas. Al poco tiempo habían pocas ramadas levantadas, el poderoso ganadero quería recuperar su terruño y exterminar al grupo insurgente y a las familias invasoras.

Fue en ese momento cuando se metió el ejército, pero esta vez no instaló camiones cargados de dinamita como lo ocurrido en esta ciudad, no, sino que todo fue punta de bala. Las bajas del ejército y el M19 fueron muchas, pero el grupo insurgente no se rindió protegiendo a los pobres invasores, constituyendo la zona como el barrio Rodrigo Lara Bonilla, sector La Paz.

En 1994 cuando mi familia llegó a La Paz, la lucha existía, pero no era una lucha armada entre ejército y M19. Era una cinta de invasión larga que bordeaba la laguna de El Pondaje y el polideportivo del barrio Rodrigo Lara Bonilla. A diferencia de las primeras invasiones establecidas en el distrito de Aguablanca, la luca en especial no mejoraba con los años, sólo se expandía todos los días como pandemia que no tiene cura. La falta de oportunidades y empleo genera violencia y los afectados son los niños y jóvenes que viven luchando por reivindicar sus derechos ante la socidad caleña que los mira como una enfermedad; erradicar con un remedio alopático sin atacar directamente el problema, parece ser la solución de todo.

La poca unidad entre los habitantes de la lucha y su inestabilidad en el sector, retrasa el furuto del barrio. Los marginados están en el abandono total de los gobernantes de Cali. Cosa que no se puede decir que pasó en La Paz, allí se mantuvo una unidad hasta en los tiempos más difíciles de su historia, eso permitió fortalecer y consolidar al barrio como uno de los mejores del sector. Vecinos fundadores y líderes comunitarios que gestionaron los servicios básicos y pavimentaron sus calles, ahora están orgullosos del resultado.

Los que alguna vez han vivido en La Paz, reconocen la tranquilidad de sus calles y la amabilidad de sus habitantes que llevan años construyendo un barro sano, para dejarlo como herencia a sus hijos y netos; como símbolo de unidad entre hombre luchadores en tiempo de crisis, violencia y opresión.

Al invadir estas tierras, los habitantes fueron estigmatizados como delicuentes que se apropiaban de lo ajeno. El caso del barrio Rodrigo Lara Bonilla, sector La Paz, fundado como una invasión, se convirtió en modelo de orden urbano.

Esto debería ser tomado como ejemplo por las invasiones por las invasiones que crecen desmedidamente y sin control ocasionando problemas de seguridad a los barrios vecinos. Ahora la laguna de El Pondaje se convirtió en caño de aguas residuales, me cuesta creer que en el pasado se podía pescar, navegar y hasta nadar, pues dicen, que era un charco azul, un pedazo de cielo en la tierra.

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